Cuando la ciudad se movía al ritmo de las campanas
Cuando la ciudad se movía al ritmo de las campanas
Antes de los relojes digitales, las notificaciones del celular o incluso los relojes de pulsera… ¿cómo sabían las personas qué hora era?
En el México virreinal, no hacía falta mirar la hora: bastaba con escucharla.
Las campanas de iglesias, conventos y monasterios eran los relojes públicos que marcaban el ritmo del día. Desde antes del amanecer hasta el momento de ir a dormir, la vida cotidiana estaba coreografiada por el sonido de estos bronces sagrados.
Pero no solo se trataba de llamar a misa: detrás de cada campanada se escondía un sistema ancestral traído desde los monasterios medievales europeos, conocido como las horas canónicas.
🔔 Las horas canónicas: el reloj sonoro de la ciudad
Las horas canónicas dividían el día en momentos específicos de oración. Aunque su origen era religioso, en la Nueva España se convirtieron en parte esencial de la vida civil. Aquí te contamos cómo sonaba un día típico en la Ciudad de México del siglo XVIII:
Maitines: antes del amanecer. Mientras la ciudad dormía, los rezos ya elevaban su voz en la penumbra.
Laudes: al amanecer. Con los primeros rayos del sol, comenzaba oficialmente el día.
Prima: alrededor de las 6 a.m. Inicio formal del trabajo y los oficios.
Tercia: hacia las 9 a.m. Momento de oración matutina y actividad intensa.
Sexta: al mediodía. El Ángelus marcaba una pausa para rezar o comer.
Nona: alrededor de las 3 p.m. La llamada Hora de la Misericordia.
Vísperas: al caer el sol, tiempo de recogimiento.
Completas: alrededor de las 9 p.m., antes del descanso.
Cada sonido era comprendido por todos: los mercaderes sabían cuándo empacar, las familias cuándo rezar el rosario, los aprendices cuándo cerrar el taller. El tiempo no se veía: se escuchaba.
🌆 Una ciudad orquestada en bronce
Imagina caminar por la ciudad colonial mientras el sonido de las campanas de Santo Domingo, San Francisco o La Merced se mezcla con ecos lejanos de Tacubaya o la Villa de Guadalupe. Cada templo marcaba la misma hora… pero con su propio timbre y carácter.
Las campanas eran la voz del tiempo, el latido sonoro de una ciudad que se organizaba con fe, con orden… y con ritmo.
Hoy, pocas personas podrían decir qué es Tercia o Nona. Pero durante siglos, esas palabras marcaron la pauta de la vida cotidiana en esta ciudad.
Así que la próxima vez que escuches una campana, detente un instante.
Podrías estar oyendo el eco de aquel reloj antiguo que alguna vez marcó el pulso profundo de nuestra historia.
🎧 Este episodio forma parte del podcast “Walk Mexico. Lo cotidiano tiene historia”, un espacio sonoro para redescubrir la historia desde las calles, los sonidos y los pequeños detalles de la vida diaria.
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